Un mes que ni fu ni fa. Octubre es un paseo hacia noviembre
y diciembre que, este año, vienen cargados de elecciones, navidad y consumismo
agresivo.
Un mes donde todo vuelve a la “normalidad”, donde prácticamente comienza el otoño, empieza el frío, las hojas se caen y las noches se apoderan de los días.
Un mes en el que se cambia la hora. Y una semana antes, como en la previa de una final de fútbol, ya nos avisan del cambio en el telediario, con entrevistas en la calle, con sondeos y con opiniones de políticos nacionales y europeos.
Un despropósito que acaba la noche del sábado 26 al domingo 27 cuando nuestro móvil se cambia automáticamente de las 3:00 a las 2:00. Y que continua, siguiendo con la metáfora del futbol, con las mejores jugadas y las sensaciones de los jugadores en los días posteriores.
Un mes donde todo vuelve a la “normalidad”, donde prácticamente comienza el otoño, empieza el frío, las hojas se caen y las noches se apoderan de los días.
Un mes en el que se cambia la hora. Y una semana antes, como en la previa de una final de fútbol, ya nos avisan del cambio en el telediario, con entrevistas en la calle, con sondeos y con opiniones de políticos nacionales y europeos.
Un despropósito que acaba la noche del sábado 26 al domingo 27 cuando nuestro móvil se cambia automáticamente de las 3:00 a las 2:00. Y que continua, siguiendo con la metáfora del futbol, con las mejores jugadas y las sensaciones de los jugadores en los días posteriores.
En mi opinión, lo único bueno es que dormimos ese día una
hora más porque a partir de entonces, amanece más temprano y oscurece antes por
lo que empezaremos a volver del trabajo de noche con la sensación de no tener
vida.
Un mes donde nos damos cuenta que después de las vacaciones veníamos con las pilas cargadas deseando crear proyectos, aprender idiomas, e ir al gimnasio, y que en septiembre ponemos en marcha con mucha ilusión y esperanza. Pero llega octubre y nos damos cuenta que no tenemos ni tiempo ni dinero ni ganas para continuar y decidimos esperar a diciembre y el año nuevo.
Y por qué no decirlo. Un mes donde cada mañana te surge la misma pregunta, ¿Qué me pongo? Y es que por la mañana hace, digamos, fresquito, que hace desechar la ropa de verano, al mediodía vuelves a los 30 grados y echas de menos el vestido corto y por las tardes regresa el deseo de la chaqueta y los zapatos cerrados. Es época del efecto cebolla, donde como buena maña, la chaquetica no puede faltar.
Un mes que nos trae la celebración americana de Halloween, una fiesta de disfraces donde la muerte, lo oscuro, y lo paranormal está presente. Si tengo que elegir, prefiero las chirigotas de Cádiz o los carnavales de Canarias pero nos lo meten con calzador si es preciso, y al final, te ves el 31 de octubre disfrazada de maléfica con un gorro de lana mal puesto, un maquillaje que no puedes quitarte en tres días, y una capa comprada en un bazar por dos euros.
Un mes de celebración de las fiestas del Pilar de Zaragoza en honor a la Virgen del Pilar, la patrona de la ciudad. Unas fiestas, especiales, con multitud de actividades para todo el mundo que recomiendo y en las que tengo recuerdos inolvidables de días sin dormir, de conciertos, ferias, y muchas risas ¡Qué tiempos!
Y también Fiesta Nacional de España con su mítico y
espectacular desfile militar y con el que Twitter arde en indignación y odio y
la prensa en cotillear qué presidente de comunidad ha decidido no asistir.
Un mes, para mí, de punto y final al verano, donde abandonamos o posponemos nuestros propósitos, de prisas, de atascos y donde la realidad nos engulle y descubrimos que en el país de las maravillas, de verdad existe el conejo del reloj que nos persigue y no nos deja tiempo para disfrutar.
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