Este relato estaría entre ¡Ni una
mariscada podrá conmigo! y quiero comprar angulas. Y los que me leáis ya
sabréis que va a ser sobre aspectos de mi vida un poquito más melancólicos. Si
nos fijamos en las fechas quizás ya habréis adivinado que se trata de la vuelta
de vacaciones, volver a la “normalidad”, al día a día, y a la vuelta al cole.
¿Qué es la normalidad? Para
muchos sería sinónimo de rutina, de vuelta al trabajo, a madrugar, a los
atascos, al café de la mañana en vez de al buffet libre del hotel, y a una
larga lista de responsabilidades que nos imponemos y nos imponen diariamente.
Según el diccionario es la
cualidad o condición de normal. Entonces, ¿Qué es normal?
Alerta ¡entro en bucle! Supongo
que ya me habéis entendido.
Y sí, esa soy yo, salgo de mi
casa y tengo un paso de cebra que va a parar al colegio. Si tuviera hijos sería
genial pero tengo que decir que para mí se ha vuelto una situación estresante.
Y viendo que se acerca la fecha de comienzo ya empiezo a temblar.
Para que entendáis mejor lo que os voy a contar a continuación,
os diré que el colegio está situado en una calle de un sentido con un lado para
aparcar y que una parte no muy amplia de esa calle son vados por las casas con garaje como la mía.
Seguramente diréis que no es para
tanto, pero si lo vivierais todos los días me daríais la razón. Y solo lo vivo
por las mañanas porque a la hora que vuelvo a casa, el colegio ya está cerrado.
Pero esas mañanas, esas mañanas
son desquiciantes. Lo primero de todo me pregunto por qué tienen que venir en
coche. Muchas de las madres o padres luego no tienen nada que hacer más que
tomar café con las amigas o compañeras de colegio (porque ya sabemos la
hipocresía que debe haber) por lo que, ¡no pueden llevar al niño o niña al
colegio andando! Sería mejor para los niños y seguro que también para los
padres. Yo antes pensaba que era por no madrugar un poco más, pero luego me di
cuenta que en puro invierno por ir en coche y poder aparcar, dejan a sus hijos
en el coche entre 10-20 min esperando para poder entrar en clase.
Luego están l@s que llegan justo
para que entren sus hijos y como ya no hay aparcamiento deciden subirse a la
acera y qué casualidad que esa acera desnivelada para que las personas podamos
cruzar sin tropezarnos está justo enfrente de mi casa. Así que os imaginaréis
cada mañana viendo un coche pegado a la pared de mi casa. Y si sales cuando
ellas todavía tienen el morro de su coche en tu pared, te dicen: “Solo es un
segundo, ahora lo quito” y se van tan frescas.
Esto sin contar las veces que
aparcan en el vado de mi casa que pago religiosamente para poder meter el coche
en mi garaje.
A estas alturas habréis notado un
pelín de indignación y la verdad es que la hay. Yo diría indignación, un
poquito de rabia, y sobre todo falta de empatía.
Indignación porque se pueden
hacer las cosas bien sin molestar a nadie, rabia porque no comprendo a las
personas que no piensan en el prójimo. Qué costaría que estas personas, me da
igual madres que padres, llevaran a sus hijos preparados en el coche para que
bajaran y entraran al colegio directamente. Nos evitaríamos atascos, los coches aparcados en cualquier parte, y a
los niños esquivando esos coches para entrar al colegio.
¿Esto es lo que les queremos
enseñar a nuestros hijos? Seguro que como conductores que somos siempre nos
hemos quejado alguna vez de infracciones que hemos visto. Si los niños cada día
ven esto, os imagináis lo que harán cuando tengan el carné y puedan conducir.
Nos enseñan en la autoescuela pero aprendemos de lo que vemos a nuestros
padres.
Y por último, la falta de
empatía. Algo tan importante y que se está perdiendo. Las personas hacemos lo
que queremos sin reparar en los demás y creo que es muy importante ponernos en
el lugar del otro de vez en cuando.
Nadie habla de practicar la
empatía pero resulta muy reconfortante y relajante. Un ejemplo de práctica
sería una que realizo yo desde hace tiempo y me va muy bien. Os explico. Cuando
vamos conduciendo y el coche de delante por lo que sea va más despacio de lo
normal yo empiezo a pensar por qué lo hace. Puede que sea una persona mayor, ya
no controle tanto y necesite ir con moderación o si es una persona joven o de
mediana edad pienso que igual no conocen la ciudad. Esto automáticamente hace
que les des más espacio y me ponga a una velocidad a la cual no sientan que
les estas presionando. Probadlo y me contáis. A mí me funciona.
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