jueves, 24 de octubre de 2019

Cambios en el trabajo y productividad.


¡He vuelto a tener ilusión por mi trabajo! Llevaba mucho tiempo sin sentirme así y ya casi ni lo recordaba. Una sensación de paz interior, de buen rollo, de sentir que todavía te queda algo que hacer en la empresa y que todavía eres útil. Normalmente, enseguida se apaga la ilusión y vuelve la rutina, pero esos días de satisfacción por hacer algo diferente, bien hecho, son magníficos.
Y es que siempre he pensado, y lo he vivido, que las personas necesitaríamos cambiar cada cierto tiempo de trabajo. Sería una motivación nueva, salir de la rutina, aprender cosas nuevas… una nueva experiencia. Creo que creceríamos más como personas y, en estos tiempos de redes sociales, aprenderíamos de nuevo a socializar y a empatizar. Sería una oportunidad que te brindan para recuperar la esperanza que se va perdiendo durante los años trabajados.
Sé que hablar de esto cuando el mes de agosto ha tenido el mayor crecimiento de paro desde 2008 (siempre dependiendo de la fuente consultada) y siendo el segundo país en Europa con las tasas más altas, no ayuda a empezar un nuevo método de organización laboral. Pero ¿por qué no? Igual es el momento de plantearnos qué es lo que falla y cómo podemos mejorarlo.
Yo, desde mi experiencia en el mundo laboral, he llegado a la conclusión de que el tiempo adecuado para realizar el cambio sería de tres años. En ese intervalo consigues aprender  todo de tu puesto de trabajo, lo que crea una situación de desánimo, rutina y falta de interés que  precipita en una bajada de tu rendimiento.
Creo que no es mucho ni poco tiempo, el justo para aprender tu labor, sacarla adelante, mejorarla si hace falta y enseñar al siguiente que vaya a ocupar tu puesto.
Cuando hablo de mejoras, habréis pensado que puedo sonar soberbia o arrogante pero si lo pensáis por un momento podría funcionar. Cada persona somos diferentes  y podemos aportar al puesto de trabajo maneras más efectivas y eficientes de hacer las tareas. Si cada vez que entra una persona a ese puesto de trabajo aporta su granito de arena conseguiremos el mayor rendimiento de la empresa.
Supongo que si algún empresario descube mi blog y lee este artículo igual no está de acuerdo conmigo. ¿Perder trabajadores que hacen su trabajo de media bien y que no dan problemas? No es una opción. Pero, ¿y si esos trabajadores no salieran de la empresa? Los que están en una media de bien podrían llegar a una media de sobresaliente solo por motivarles y hacerles ver que son capaces de muchas más cosas de las que creían.
También se podrían llegar a acuerdos con diferentes empresas para intercambiar a trabajadores. Este método me parece fascinante. Personas que traen aire fresco, ideas nuevas, y que pueden mejorar el rendimiento de la empresa, que al fin y al cabo, es de lo que se trata.
Desde luego, para todo esto, habría que hacer un estudio de empresa  o de las diferentes  empresas que se ponen en común para llevarlo a cabo.  Primero, estudiar el campo en el que se mueve la empresa, qué produce, qué puestos de trabajo tiene, cómo los organiza, cuántos trabajadores tienen, realizar perfiles de cada uno de ellos (estudios, capacidad de adaptación, funciones del puesto que desempeña en la actualidad…). Y una vez que tenemos todos los datos, se podría realizar un proyecto que detallara cuál sería la nueva organización empresarial.
Para mí, este sería un proyecto que me gustaría liderar… siempre y cuando dure tres años. Pero, volviendo a la realidad, al principio de este escrito os comentaba como había vuelto la ilusión a mi trabajo.
Y es que este verano, supongo que por falta de personal, me adjudicaron una tarea propia de recursos humanos. Reclutar personal.
Qué os puedo decir; algo nuevo, satisfactorio y que por lo menos, durante el verano, ha hecho mi trabajo más llevadero. Lo que más he disfrutado ha sido el momento entrevista. Siempre había estado en la posición de entrevistada, con las piernas temblando, el currículum en la mano, y pensando si mi atuendo y maquillaje eran adecuados.  Pero la sensación de ser el entrevistador nunca la había sentido y ¡OMG!
Sales del despacho, con porte serio, bien erguida, con tu traje chaqueta bien planchado, y dices: Por favor, que pase….Y lo ves como se levanta tambaleándose un poquito, intentando ser rápido pero a la vez seguro para no caerse y una vez que entra, le indicas donde sentarse con un gesto y sin mediar palabra.


Como era la primera vez que realizaba este trabajo, antes de comenzar las entrevistas, me preparé una plantilla con una pequeña introducción donde les explicaba en que se basaba el puesto ofertado y luego algunas preguntas básicas. Buscando por Google, descubrí algunas preguntas trampa como: ¿Cuánto crees que deberías cobrar? ¿Cuáles son tus aspiraciones? o ¿Cuánto tiempo esperas trabajar en la empresa? pero decidí ser profesional y  centrarme en las preguntas importantes sin hacer perder el tiempo a los candidatos.
Después de mi introducción, siempre con tono de seguridad, mirando a los ojos y bastante seria para lo que soy yo, les preguntaba si lo habían entendido y si querían hacerme alguna pregunta. Casi todos dijeron que no. Lo que no sé,  es si lo dijeron porque lo habían entendido o porque estaban tan nerviosos que no podían asimilarlo. Las preguntas de rigor y un “te llamaremos”.
Después de unas semanas intensas y unas cuantas entrevistas, ya tenía a la persona indicada, y esperando no equivocarme, lo siguiente fue, llamarla para darle la buena noticia. De si acerté o no, os hablaré en un próximo post.

martes, 22 de octubre de 2019

Relaciones sexuales e inseguridades.


¡Voy a comprar angulas!
Hoy, un amigo, me ha escrito por whatapp. Ya sé que no es ninguna novedad que las personas usemos este medio de comunicación, de hecho creo que es uno de los más usados mundialmente, pero, espera, ¡que la angula se me escapa!
Centrémonos. Este amigo me escribía porque había tenido un momento incómodo (llamémoslo así) con una chica y quería llamarme para pedir mi opinión.


No es una persona de contar sus historias, así que me siento halagada por pensar en mí y le digo que encantada le escucharé.
Siempre me ha gustado escuchar a las personas, sobre todo, a las personas mayores. Tienen mucho que enseñarnos y no los valoramos como se debe. Pero bueno, ese es otro tema.
Cuando me llama y empieza a contar la historia, lo noto nervioso pero enseguida, con un par de chascarrillos, se embala a narrarme como fue.
Resulta que se habían conocido un día de paseo por Madrid. Sin buscar nada ninguno de los dos se habían conocido por casualidad y en las conversaciones que mantuvieron durante toda la tarde se habían dado cuenta de que se compenetraban y tenían pensamientos similares sobre muchos aspectos de la vida.
Como un caballero, al final de la tarde, él le propuso acompañarla a casa. Por supuesto sin ninguna mala intención, os lo aseguro. Y cuando llegaron, como en las mejores películas de comedia romántica, ella le propuso subir a su piso.
Unas copas después, ya estaban entrando en preliminares, tocándose, acariciándose, sin parar de besarse y con el calentón a niveles solares, decidieron ir a la cama. Supongo que la primera vez, del primer día que te conoces, hacerlo en el sofá no es adecuado. La verdad, es que no lo sé.
Pero antes, sabiendo que os acabo de cortar el rollo, y aunque igual no es un tema muy correcto, para que comprendáis la historia tengo que hacer un inciso y explicaros algo de mi amigo. Digamos que las proporciones de su virilidad no son normales, están muy por encima de la media y si no fuera bastante, lo podéis tener en funcionamiento como el conejito de las pilas Duracell horas y horas y horas. Un gran amante pero…. alucinante, cansino, demasiado para mi fondo físico, un macho en condiciones etc… Aquí cada mujer podrá decir un adjetivo diferente y tendrá su propia opinión.
Volvamos al tema. En la cama los preliminares pasaron a mayores pero en ese momento algo se torció (Y no precisamente su miembro viril). Podríamos pasar de una película romántica a un thriller erótico tipo instinto básico pero nada más lejos de la realidad.
El hecho es que no encajaban, no se sentían cómodos y seguramente los dos se preguntaban: ¿Por qué está pasando esto, con lo bien que hemos estado toda la tarde? Y es que a veces, por lo que sea, en la cama no se funciona.
 A mitad de camino, decidieron abandonar la idea de que iba a salir algo bueno de aquel encuentro, pero él, un poco avergonzado, no perdió las ganas de volver a verla y le mando un bonito mensaje pidiendo disculpas por el episodio y deseando volver a verla si ella quería.
¡Y ella quiso! Volvieron a quedar, esta vez en casa de él. Otra cena divertida, y de nuevo a la cama para ver si en la anterior ocasión había sido el vino el culpable. Lamentablemente no les sentó nada mal en la cena porque en la cama fue fatal. Llegó un momento en que ella, desesperada, le dijo que era forzado, que no había calidez ni relajación. Todo mecánico sin ningún tipo de pasión en el que, según mi amigo, ella sí consiguió llegar al clímax. ¿No sería muy mecánico, ehhh? Ella decidió marcharse dejando a mi amigo sin poder dormir esa noche y haciendo una lista de  las personas que podía llamar al día siguiente para contárselo. Yo estaba la primera.
¿Y qué le dices después de esto? Lo primero lo que costaba cada sesión y los días que podía venir. Es broma. Empecé por: “esto no es por ti, es por los dos”. Cuando no se encaja no hay nada que hacer. Si tú eres círculo y ella cuadrado no hay solución. Pero de lo que más hemos hablado es de las inseguridades. Cuántos problemas tenemos los seres humanos con las inseguridades.
Esa sensación de malestar y nerviosismo, como cuando se te revuelve el estomago, en la que empiezas a traspirar y a pensar como acabara X situación siendo mejor vivirla con relajación porque, no os quepa duda, nunca vamos a acertar y casi siempre es mejor de lo que hemos imaginado.
Todo eso nos crea una vulnerabilidad que puede que, como en este caso, nos bloquee y haga que no fluya la sensación de bienestar y pasión. Y es, lo más seguro, lo que le pasa a mi amigo. Tenemos que aprender a valorarnos y querernos como somos, con nuestros defectos y virtudes y siendo los primeros que nos demos un voto de confianza. Si lo buscamos en los demás, nunca lo conseguiremos.
Amigo mío, esto va por ti. Eres una gran persona y más grande de lo que piensas. Créetelo y disfruta del sexo y de la vida. Cuando quieras, llámame.

domingo, 20 de octubre de 2019

Mi primera compra de ropa por internet


Dentro de unas semanas tengo una boda. No es una boda por todo lo alto con fiestas que duran tres días, es una celebración en la que estará la familia más cercana y en la que no habrá fiesta posterior a la comida. Y aquí viene el tema en cuestión, ¿Qué vestido me pongo? ¿Cuál será apropiado para la ocasión? Y algo que no se valora en este tipo de eventos en estas fechas ¿Pasaré frio?

Y ante este nuevo reto, supongo que como muchas otras, me pongo a explorar por internet. Pero no para comprar, como estaréis pensando. Dado el poco tiempo del que dispongo por mi trabajo, antes de irme de tiendas, me gusta buscar por internet qué estilo de vestido puede ser el adecuado. Muchas veces, encuentro lo que necesito y me evito ir de tienda en tienda buscando el modelo perfecto. Simplemente, voy y lo compro. 

Po eso, primero suelo mirar en tiendas que sé que tengo tienda física en mi ciudad. Cuando estas tiendas no me ofrecen resultados concluyentes, empiezo a mirar en páginas donde solo venden a través de internet. Y aquí viene mi problema.

¡Qué vestidos más bonitos! Una gran selección de vestidos de fiesta que llevan modelos espectaculares y que, por si no ha quedado claro, les quedan como un guante. 

Hasta ahora, mi manera de actuar al ver los vestidos había sido la de desechar la posibilidad de comprar y buscar por tiendas algo que fuera apropiado aunque no fuera lo que mi mente quería. A veces porque se salía del presupuesto y otras por el hecho de comprar por internet.

Pero esta vez, ha sido diferente. Me enamoré de un vestido. Lo tiene todo, es elegante pero informal, lo puedo llevar en otras ocasiones por lo que no va a ser el típico vestido que vas a tener colgado en el armario esperando una ocasión especial, y el precio era razonable. 

Después de varios días pensando y preguntando a mis compañeras de trabajo qué les parecía, me tiré a la piscina e hice mi primera compra de ropa por internet.
 

Lo peor de estas compras, tener que rellenar larguísimos formularios, en los que lo único que les falta por preguntar es tu nivel de glucosa en sangre. Y si esto no fuera poco, luego me enviaron un cuestionario de mejora de calidad y aunque suelo dejarlo sin contestar, esta vez, creo que debido a la emoción, empecé a contestarlo. Se aprovecharon de mis sentimientos de euforia y casi me dejan sin dormir de lo largo que era.

Una vez superada esta fase, solo queda esperar hasta el día D para recibir ese maravilloso vestido.
Sobre la espera tengo que decir que, aunque no han sido muchos días (lo pedí un lunes y lo recibía un viernes) todas las dudas del mundo flotaban en mi cabeza.

El primero y más obvio era la incertidumbre de haber pedido mi talla correcta. En estas páginas suele estar todo dispuesto con tablas específicas para que solo con medirte puedas pedir tu talla correcta. Pero, ¿Qué pasa cuando estas entre dos tallas? Yo os recomendaría que os fijarais en la prenda que vais a comprar. Me explico. Si de cintura para abajo es falda de vuelo quizás no os tenéis que centrar tanto en que esa medida sea exacta. En este caso, yo me centraría en que la talla de pecho y cintura fuera más acorde a la tabla que nos facilita la marca de ropa. Si la prenda es ajustada de cintura hacia abajo y más amplia de cintura para arriba, nos fijaremos más en que la medida de cintura y caderas sea la más cercana a lo que marca en la tabla.

Las personas somos diferentes y tenemos medidas diferentes por lo que nunca podremos estar dentro de una tabla estandarizada. Solo hay jugar con ella y usar el sentido común.

Otra duda que me llevaba de cabeza era la entrega. Me llegaba un viernes y sabía que no iba a  haber nadie en casa. No soy de pedir mucho por internet pero las pocas veces que he pedido ya he tenido unas cuantas experiencias y en esta ocasión, no sabía cómo lo tramitarían.

Cuando llegó el mensajero, al ver que no había nadie, me llamó. Lo agradecí bastante y le pedí por favor que se lo dejara a mi vecina. Normalmente ella está en casa, pero, o el mensajero decidió solo dejarme el papel o ella en ese momento, es verdad que no estaba en casa. Nunca lo sabré.

Aprovechando la llamada, y siempre previsora, le pregunte que dónde lo llevaban en el caso de que mi vecina no estuviera. Me dio una dirección y me explicó que dejarían una nota para poder recoger el paquete.

Hasta ahí, todo bien. Llegué el viernes, llame al número (un 902) que me indicaban en el papel y me comentan que se pondrán en contacto conmigo para confirmarme donde recoger el paquete. Ese viernes no me llamó nadie y los fines de semana no están abiertos por lo que tuve que esperar al lunes.

Llegó el lunes y a primera hora de la mañana me pongo en contacto con ellos para poder ir a recogerlo ese mismo día. Ya empezamos mal, me vuelven a indicar que dejan la incidencia y que durante la mañana me llaman. Y esta vez es cierto, me llaman pero ha sido una conversación bastante absurda. La persona muy educada me pregunta si había llamado para recoger en oficinas un envío y que en caso afirmativo, se iba a enterar de donde estaba, por lo que me volvería a llamar. Creo que en este aspecto, deberían mejorar, por el cliente y por su productividad. Después de dos llamadas, explicando la incidencia, no debería haber una tercera llamada confirmando lo que solicitaba.

Gracias a un amigo, que fue a recoger el vestido, ya lo tenía en casa. Solo tenía que esperar toda la tarde para llegar y probármelo. ¡Qué tensión! Me mandó una foto y parecía pequeño. No sabía qué pensar. ¿Habré comprado el vestido para mi Barbie? La devolución parecía sencilla, pero no me apetecía tener que hacerla, quería que me valiera y me quedara bien.

Tengo que decir, que el vestido está bien cosido, y es como en la foto. Solo faltaba que yo fuera la modelo de 1.80 porque con mi 1.70 me está un pelín largo. 

La medida de la cintura es un poco engañosa. Este vestido debería haber tomado no tanto la medida de la cintura sino la medida a la altura de la última costilla. Es ahí donde el vestido encaja y a mí por este motivo me queda justito pero nada incómodo.
Sobre mi primera compra por internet decir que ha sido más estresante la entrega que pedirlo. “Asos”, que es la página donde lo compré da muchas facilidades y aunque me gustaría que añadieran alguna pauta más sobre las tallas creo que es relativamente sencillo pedir. Y si no aciertas, las devoluciones son gratuitas así que no perdemos nada. Gracias Asos.

De la boda y los comentarios del vestido, os cotilleo más adelante.